El auge de herramientas como ChatGPT ha revolucionado la escritura digital, pero su uso indiscriminado genera un problema: textos pulidos técnicamente, pero fríos, predecibles y carentes de huella humana. ¿Cómo transformar esa prosa artificial en algo que respire autenticidad? La respuesta no está en rechazar la tecnología, sino en dominarla como un artesano modela la arcilla.
1. Romper el molde algorítmico
Los textos de IA suelen caer en estructuras rígidas: introducción enumerada, párrafos simétricos, conectores repetitivos. Para evitarlo, mezcla ritmos. Combina frases cortas —como un martilleo— con otras largas que fluyan como un río. Sustituye «En primer lugar» por giros como «Imaginemos, por ejemplo…» o «Basta con observar cómo…».
Ejemplo concreto: Si escribes sobre cambio climático, en vez de listar causas, podrías iniciar con una escena: «El glaciar Perito Moreno se deshace en tiempo real. Mientras lees esto, toneladas de hielo se desploman al mar. ¿Qué fuerza invisible lo impulsa? La misma que enciende tu aire acondicionado en agosto.»
2. Inyectar experiencia subjetiva
ChatGPT no tiene vivencias, pero tú sí. Usa esa ventaja. Introduce analogías de tu campo: si hablas de medicina, compara la edición de texto con un diagnóstico diferencial donde cada síntoma (oración redundante, verbo pasivo) exige un tratamiento específico. En filosofía, podrías vincular la escritura automatizada con el concepto de alienación de Marx: textos que nos pertenecen y a la vez nos ajenan.
Reflexión crítica: ¿Realmente queremos que un ensayo sobre la melancolía suene igual que un manual de instrucciones? La uniformidad es el precio de la eficiencia.
3. Jugar con el registro (sin miedo)
Si tu blog es técnico, emplea términos como anáfora o deixis para analizar la coherencia textual. Si prefieres un tono coloquial, rompe la cuarta pared: «Ahora mismo, ChatGPT me está sudando la frente virtual. ¿Notas cómo este párrafo ya no parece escrito por un robot?».
Opinión personal: Diría que el error más común es confundir corrección con calidad. Un texto puede ser gramaticalmente impecable y tan memorable como un menú de avión.
4. El arte de lo imperfecto
Incluye licencias creativas: una elipsis dramática aquí, una frase sin verbo allá. Como cuando Cortázar escribía «Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso». Nada de eso está en la RAE, pero evoca.
Analogía final: Humanizar un texto AI es como añadir wabi-sabi a una cerámica: valorar las grietas que delatan la mano humana. ¿Funcionará? Mira este artículo. Los primeros tres párrafos los escribió ChatGPT. ¿Notaste cuándo tomé el control? Ahora mira el vídeo y hazlo gratis.